Han pasado unos cuatro años desde mi vuelta forzada y necesaria de Londres;
mas bien se trataba de un rescate.
Mientras
habitaba la habitacion 42 de Florida House, en Argyle Square, el caos,
el abandono y el consumo constante de drogas gobernaban mi vida.
No
me importaba el daño que aquel estilo de supervivencia (pues en aquello
se convirtio mi existencia) pudiera causarme a mi o a mis seres
queridos. Mejor dicho, no era consciente de ello.
El
aislamiento, el ayuno casi constante, los toxicos y el estres en el
trabajo no hicieron sino propiciar que mi mente acabara hecha pedazos,
despues de años forzando la maquinaria.
Ahora bien,
entre las cosas que aprendi durante aquellos años agridulces (una vez
superado el golpe) es que por muy bajo que alguien pueda llegar a caer,
siempre hay alguna mano para ayudarte a ponerte en pie otra vez. Aunque
cierto es, dicho con las palabras de mi padre, que "se puede llevar al
caballo al abrevadero, pero si el animal no quiere beber..."
Aquel
dia, metido en la ducha, con una hoja de afeitar sobre el brazo y
atiborrado de "painkillers", tuve un momento de lucidez entre aquella
voragine de
pensamientos incontrolables. No iba a acabar asi, de aquella manera. Fue entonces cuando pedi ayuda.
El
mensaje que trato de transmitir con la historia que sigue es uno de
esperanza y animo para aquellas personas que se han visto en alguna
situacion similar en algun momento de sus vidas; sin ningun tipo de
control, perdidos en un laberinto de desesperacion del que parece
imposible escapar.
Pero casi todo en esta vida de locos tiene solucion.
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