El odio destruye el alma y la mente de
cualquiera, y es veneno puro para la especie humana.
Sólo puedo sentir pena por aquellos que lo
utilizan contra sus propios hermanos y hermanas. Pues sólo tenemos un mundo
para vivir, y lo estamos matando con nuestro desprecio, simplemente porque no
nos importa. Si nuestro mundo muere, no derramaremos una sola lágrima hasta que
sea demasiado tarde, y entonces no habrá vuelta atrás.
Hemos pasado por una guerra sin fin, pero ya
es hora de que dejemos de pensar solamente en nosotros, de dejar de ser
egoístas e infelices, y dar a esta tierra una segunda oportunidad.
Creo sinceramente que habrá un día en el que
este odio cesará de alguna forma. Puedes llamarme ingenuo, pero todavía creo en
el corazón humano. Todos estamos traumatizados por nuestro pasado, pero esto
tiene que parar algún día. No puedo decir si veré llegar ese día. De momento es
sólo un pensamiento, una idea. Pero también creo que va a haber un cambio en la
humanidad. Nuestras mentes darán un giro para bien, y nuestras acciones no
serán conducidas por el odio, sino por el amor y la compasión.
No es fácil olvidar lo que ya hemos hecho, y
no es recomendable que olvidemos. Pero intentemos reconsiderar estas cosas,
nuestra historia cubierta de sangre, y hacer las cosas bien por una vez.
Esto sólo pasará una vez que el cambio en
nuestros corazones haya ocurrido. Porque si seguimos matando, haciéndonos daño,
odiándonos unos a otros, seguirá habiendo una respuesta terrible para dichos
actos.
De cualquier modo, depende de nosotros; somos
los que hemos de decidir qué hacemos con este mundo y sus bellezas ocultas. Sé
que es difícil, pero no hay otra forma de hacer éste cambio realidad que
perdonar, y para otros muchos, decir: “siento mucho lo que he hecho”.
Estas cosas sobre las que escribo ya han sido
dichas antes, pero nunca les prestamos mucha atención. Actualmente, no creemos
en nada, y damos vueltas en el mundo sin ningún atisbo de sentido común. No
somos sino niños, a pesar de que seamos adultos. Pero nuestras acciones y
palabras son aquellas de un crío malcriado que no quiere crecer y tomar
responsabilidades. Y créeme, nadie nos
va a salvar de nada si no somos nosotros mismos.
Es aquí donde yace la verdadera revolución. No
es en las calles ni en las trincheras, sino en nuestros corazones. Habrá
tiempos de dolor y grandes pérdidas. Pero debemos capear la tormenta y perdonar
nuestros errores y malas decisiones.
Todos cometemos errores, todos somos
diferentes de los demás, pero tenemos cosas en común. Y en el caso de que no
las tuviéramos, no hay razón por la que debas golpear a tu vecino sólo porque
no crea en tu religión, o porque fue a un colegio distinto. No hay nadie mejor
que nadie. Tan sólo somos diferentes, pero parecidos al mismo tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario