Alguien me dijo, que las personas tenemos tres
miedos por encima de todo, tres caras que nos asustan cuando todo permanece en
silencio y nuestra mente es la única compañía de la que disponemos. Éstos tres
temores son la muerte, el dolor (físico o psicológico), y la locura o
enfermedad mental.
En mi experiencia personal, la locura es algo
mucho peor que la muerte. Es una muerte en vida en la que nuestra mente, que se
supone que debería ser nuestra aliada, se vuelve contra nosotros.
La enfermedad mental puede destruir la vida de
alguien en tan sólo un par de días.
Como es de esperar, he pasado mucho tiempo
meditando sobre estos tres miedos que nos acechan.
Tienen en común el hecho de que nunca sabemos
cuándo se van a manifestar, destruyendo nuestra felicidad como el fuego quema
la hierba seca y amarilla.
En mi opinión, vencer estos miedos es
fundamental para alcanzar la paz interior, la verdadera felicidad, la verdadera
libertad.
Actualmente me encuentro en un lugar en el que
estos miedos se disuelven en el olvido. Como una pesadilla interrumpida por la
luz de la mañana.
Ha sido un camino largo y difícil, y he
tropezado muchas veces. He aquí la cuestión que se planteaba Ernst Jünger, al
preguntarse si la meta es más importante que el camino.
Para mí, camino y meta poseen la misma
importancia, son inseparables, y la meta o el fin están en cada uno de los
pasos que damos. Estamos ahí sin saberlo. También puede ocurrir que estemos
confusos y no veamos ese fin por el cual luchamos.
El Universo entero parecerá conspirar contra
nosotros para evitar que lleguemos al final del recorrido. Y es aquí donde se
libra la verdadera lucha contra nuestro propio ego, esa ilusión de lo que en
realidad somos. Se trata de una lucha silenciosa, que muchos no podrán ver.
Dejará cicatrices invisibles que se abrirán una y otra vez, pudiendo llevarnos
al abismo y la desesperación.
Es en esos momentos de discordia, cuando
realmente tenemos que reducir nuestra velocidad al recorrer el camino. Momentos
en los que uno se replantea todo aquello en lo que pensaba que creía.
Se puede comparar éste proceso con un vaso
lleno de sedimentos. Si removemos el agua, la arena empezará a girar y girar, y
algunos de los granos tendrán su propia órbita.
Sin embargo, los sedimentos acabarán por
posarse suavemente en el fondo del recipiente, dejando ver el agua clara.
Después de la tormenta viene la calma.
Cada uno debe encontrar su propia manera de
librar esta lucha. Un solo ser humano alberga Universos enteros en su interior,
y por muy bien que nos conozca alguien, nunca nos llegará a conocer tanto como
nosotros mismos.
Ahora bien, se trata del ego, nuestra máscara,
lo que trata de hacernos tropezar y caer. El ego es la coraza que nos envuelve
y absorbe. Sus cimientos se establecen ya en nuestra infancia, cuando
familiares y profesores nos dicen que nunca seremos capaces de realizar esto o
aquello. Pronto comenzamos a levantar una fortaleza alrededor de nuestro ser,
una fortaleza hecha de ilusiones y de sueños frustrados-
Algunos consiguen derrotar a sus “demonios” y
logran ver cumplido aquello que siempre anhelaron. Esto no quiere decir que
todo vaya a ser fácil, o de la manera en que lo soñaste. Pero no estarás
tratando con tus “demonios interiores”, y es más probable que tu mente sea
entonces tu amiga, tu herramienta, ayudándote a conseguir tus objetivos.
Estos pueden ser tan sencillos como hacer
feliz a alguien, llevar algo de alegría al alma de alguien.
Si esperas realizar grandes hazañas, es más
fácil derrumbarse y rendirse, ya que habrá muchos más obstáculos en el camino.
El fracaso estará detrás de cada paso que
demos. Yo he estado a punto de rendirme en más de una ocasión, pero siempre
había una parte de mí que me decía que merece la pena intentarlo. Ésta es la
única oportunidad que tenemos para experimentar la vida después de todo, por lo
menos en éstos cuerpos que habitamos. Así pues, el fracaso no significa nada
para mí, lo rechazo. También se debe a que no intento realizar grandes hechos,
y tengo claros mis objetivos. Tan sólo se trata de creer en lo que estás
haciendo, y permanecer fiel al camino que te has propuesto recorrer.
No lograrás grandes cosas, a no ser que
empieces desde abajo, organizándote y arreglando todo aquello que vaya mal en
tu vida.
Ésta organización puede empezar por conseguir
que nuestra mente no nos obstaculice el paso.
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